Las galletas surtidas. Un producto reservado para ocasiones especiales pero no lo suficiente como para merecer unos bombones. Visitas de y a familiares, vaya.
Es esta condición pseudo-premium la que hace que los envases de galletas surtidas sean cajas solemnes, con varios nichos donde las galletas descansen en paz en sus respectivas fosas. Como ellas por sí mismas no lo valen, necesitan que sea el envoltorio el que las dignifique, despojándolas de su humildad innata; poniéndoles el vestido de seda. Y a ver quién es el listo que se atreve a manchárselo con ColaCao.
Sabes de sobra que la finalidad de los surtidos es que se compartan –con generosidad y decoro, además-, por lo que asumes que no vas a poder probar todas las galletas y te fuerzas a elegir de forma selectiva, en lugar de actuar con un modus operandi instintivo: echando mano indiscriminadamente durante una primera ronda de tanteo, tras la que decidirás que las que más te han gustado las vas a dejar para el final, para disfrutar durante más tiempo del regustillo de tu paciencia; y que las que vienen envueltas en papel son un riesgo asumible sólo en estas circunstancias de egoísta soledad.
A sabiendas de esta premisa de frustración con la que empezamos las caja de surtidos (si ya está empezada la depresión es inevitable), los diseñadores les estampan en la parte trasera una fotografía de grupo con anotaciones descriptivas, para que podamos minimizar los riegos del ensayo-error.
Esto resulta de lo más útil cuando se trata de bombones; porque como a efectos prácticos todos son iguales por fuera, el único misterio es qué llevan dentro. Sin embargo, el interior de las galletas no da demasiado lugar a la imaginación. Las galletas están rellenas de galleta, y todo lo que necesitamos saber sobre ellas se ve a simple vista: las mejores son las que llevan chocolate, y aunque no sean las que más te gusten las cogerás al principio porque si no cuando quieras probarlas ya no estarán ahí.
 |
| Alineación Cuétara. |
Esto resulta de lo más útil cuando se trata de bombones; porque como a efectos prácticos todos son iguales por fuera, el único misterio es qué llevan dentro. Sin embargo, el interior de las galletas no da demasiado lugar a la imaginación. Las galletas están rellenas de galleta, y todo lo que necesitamos saber sobre ellas se ve a simple vista: las mejores son las que llevan chocolate, y aunque no sean las que más te gusten las cogerás al principio porque si no cuando quieras probarlas ya no estarán ahí.
 | |
| Deliciosa rosquilla blanca decorada con cacao y leyenda tan innecesaria como esta. ¿Qué pasa con los que no entienden castellano o portugués? :-( |
En cuanto a la ubicación de la leyenda (la base de la caja), por mucho que la gente se queje de su absurdo, es en realidad el lugar más práctico de todos y el único que garantiza unas condiciones de partida equitativas: Te permite decidir tranquilamente cuál será tu elección sin temer que, mientras tanto, otro que ya se haya leído todas las preguntas del trivial en anteriores partidas se esté llevando el top 3.
Lo más frustrante del asunto es que mientras en España claudicamos con el paripé del respeto hacia las galletas surtidas, en Argentina las venden en bolsas brillantes como las de las patatas fritas e incluso se consideran chabacanas.*Esta generalización es en realidad mi fantasía personal; no sé cómo os imaginaréis vosotros el libre albedrio ante una caja surtida.
Ya veis que mi afán de rebeldía se sacia con poco.
