Mientras estudiaba los dos últimos años de carrera estuve trabajando en un cine, y la verdad es que anécdotas vividas en primera persona me sobran (1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8) sobretodo porque el cliente tipo de ese cine eran y sigue siendo la raza HOYGAN; pero hay una anécdota en particular de todas las que me contaron que es digna de ocupar varios párrafos, incluso con introducción:
Las puertas de salida de las salas de los cines tienen un sensor que activa la alarma de un cuadro de mandos cuando éstas están abiertas. Si la alarma suena durante la proyección de una película, sólo puede significar 2 cosas:
a) Alguien se ha ido de la sala porque no soportaba ni un minuto más la película
b) Alguien ha abierto las puertas para que se cuelen sus amigotes
Por lo menos ésto era lo que todo el mundo pensaba hasta que apareció el hombre sin verguenza -ni pudor-:
Un día, uno de mis compañeros de trabajo entró en una sala al ver que la alarma de las puertas no paraba de sonar cuando la película apenas había empezado. Entró con su linternita y cuando se acercaba hasta una de las puertas de salida, vio que estaba medio abierta. Tiró de ella, se asomó y se encontró a un tío en cuclillas y con los pantalones bajados: Estaba cagando (al imaginar la escena, por favor incluid la linterna enfocando hacia el cagón. Dudo mucho que la escena real fuera así, pero sin duda la historia gana mucho dramatismo).
Claro, mi compañero -Paco- se sobresaltó al encontrarse con tal escena y después de espetar un "¡¿Pero qué hace?!" dio media vuelta y fue directamente en busca del encargado para contarle lo sucedido. Un par de minutos después, volvieron ambos con cierto recelo a sabiendas de que iban a encontrarse con un buen pastel. Pero al abrir la puerta de salida, vieron que allí no había rastro alguno, ni del hombre ni de sus sobras.
"¡Llevaría un kleenex, yo qué sé!" (Ésto fue lo que me respondió Paco cuando le pregunté lo mismo que os ronda por la cabeza a vosotros ahora).
Tras asomarse al tramo que llevaba hasta la siguiente puerta de acceso al exterior, para comprobar que allí tampoco había ni rastro; salieron de la sala y volvieron a ocupar sus puestos manteniendo en su cabeza la misma pregunta: ¿Cómo habría tenido tiempo aquel individuo de acabar la faena, recogerla e irse sin dejar huella?
Pocos minutos después, apareció un hombre en la entrada del cine que preguntó por el encargado:
- Perdone, he tenido que salir de la sala porque me ha dado un apretón. Lo lamento mucho, pero... ¿me podría dejar volver a la sala? Esque todavía queda más de media película.
Y mi gerente no pudo negárselo.
ACTUALIZACIÓN: Ya que estamos, podéis proponer también por aquí teorías de cómo se deshizo el hombre de sus heces en tan poco tiempo y sin dejar rastro.
19 comentarios:
Probablemente lo hizo dentro de una bolsa de plástico... o en el cubo de las palomitas xD
Un saludo Patricil, me parto con estas entradas :)
Pero coño, tu compañero es Paco??? Coincidí con él en un botellón en Salamanca, era amigo de Jorge (pregúntale! xD)
Yo diría que se lo comió. Si no, no me lo explico.
Yo digo que la faena aún no había llegado al "punto de no retorno". Y el estrés de ser descubierto hizo que las nalgas se apretasen, consigiendo de forma involuntaria que el animal volviese a su madriguera.
(Para esta última frase, tenía pensado 5 eufemismos distintos, este era el mejor)
Es que era un hombre muy limpio, que se dedique a cagar en el suelo del cine no implica necesariamente una falta de higiene.
Yo recuerdo de niñato,con unos once o doce años que íbamos a sesiones matinales los domingos por la mañana.
Un amiguete de dicha época llevaba a su hermano pequeño y al crío le dio un apretón.Lo puso a jiñar en la sala .Y allí dejo el regalito.
FIN.
La opción del cubo de palomitas me parece genial, porque no se si tu colega se fijo en si estaba cagando directamente en el suelo...
La deglutió, sin ninguna duda.
Al no quedar ese snack de queso que tanto deseaba se decidio sin duda por practicar la coprofagia... total seguro que sabia igual.
Quizas no os disteis cuenta pero seguro que el individuo tenia un bigote muy extraño.
Se limpió con un pañuelo, que luego se lo dió a una señora que lloraba y a esa señora se lo intentaron robar dos tipos en una moto que la arrastraron hasta una ambulancia.
En tu actualización anterior decías: "he programado varios posts".
Es muy extraño pensar en un dispositivo que, aún sin tener una forma concreta, no deja de ser un robó. Un robó que te sustituye mientras estás en Londres y habla y escribe por ti. No se pueden leer igual tus textos. Es muy violento.
@Ibarguren: ¿Quién no conoce a Paco? jajaja.
@Luis R. Álvarez: No me castigues así, sigo chequeando lo que decís a tiempo real (estoy en una oficina a pesar de todo); pero esta semana no iba a tener tiempo de ponerme a escribir!
Jo qué guarrería. Pienso que si lo hubiese puesto en la caja de las palommitas o algo así, de seguro habría ido apestando.
Para no variar, no se me ocurre nada lógico.
El buen hombre habría comido un tipo especial de alimentos que, al ser depuestos, se funden con el entorno. De modo que cuando tu compañero y el encargado volvieron el material excretado ya se había convertido en una parte más de la moqueta.
Sí, decididamente es la respuesta más lógica para este dilema.
Estoy con Alan, lo más probable es que el tipo sea una especie de habilísimo alfarero anal, capaz de modelar sus descargas con la forma que quiera.
Probablemente el truño siga ahí, haciéndose pasar por papelera o afiche.
¿y no es posible que uno de los dos descubridores pisase la prueba del delito cuando llegaron a la zona?
De verdad, Patricil, me encanta tu blog por estas anecdotas.
@Mateu: Sí, me he dado cuenta de que la nueva sección de anécdotas está teniendo éxito. Tengo que rebuscar en mi memoria para poner más cosicas de éstas.
Muy bueno. No había leido aun esta entrada de "cagarro tántrico".
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