Algunos habréis leído aquello que escribí llena de rabia
después de una trifulca que tuve con un compañero de trabajo. Como dije, esa no fue precisamente la primera vez que me enfrenté a alguien mayor que yo porque; de hecho, siempre que alguien ha intentado aprovechar su mayoría de edad para imponer su supremacía o infundirme miedo, he sacado toda mi arrogancia a flote a pesar de las represalias que sabía que esto podría ocasionarme.
Tranquilos este no es un post pesimista, así que os contaré un par de anécdotas divertidas de
dos de mis primeros enfrentamientos con los mayores.
Por mi camiseta de CharlotEl primer recuerdo que tengo de haberme enfrentado a alguien mayor que yo es de cuando
tenía 7 años. Estaba en el recreo y llevaba puesta una
camiseta con el rostro de Charles Chaplin, era mi camiseta favorita a pesar de que tuviera 2 ejemplares de la misma. Estaba jugando con mis amigas cuando pasaron por mi lado dos chavales de unos 15 ó 16 años. Me miraron y uno le dijo al otro, gritando y señalándome con el dedo:
"¡Mira la niña esa, qué nazi!"
No he conseguido explicarme cómo ni por qué, pero
yo sabía que aquel mayor había confundido a Charlot con Hitler, así que le solté algo así como "
¿Pero qué dices? ¿No ves que es Charlot?", algo que ignoró por completo. A partir de ese día sólo me puse la camiseta para estar por casa: Si aquellos dos
mayores le habían confundido con Adolf Hitler, muchos más podrían hacerlo y lo que es aún peor, si no me decían nada yo no podría alertarles de su fatal error.

Qué bien se ve.
Por el parche de una bomberOtro enfrentamiento que recuerdo en mi infancia fecha de cuando yo
tenía 14 años. En esa época ser "pelado" o "bakala" se puso muy de moda, así que
empezaron a medrar esos seres infames con sus
bombers y sus
pantalones abotonados hasta arriba, cual uniforme de stripper.
A mí me daba bastante rabia esta gente (y me la sigue dando), así que me compinché con un compañero de clase para esconderle una pieza esencial a la chaqueta
Alpha a uno de los pelaos.
Le quité la pieza de velcro que llevaba la marca bordada, adosada al pecho, y se la puse en el bolsillo interior. Seguro que tardaría un buen rato en encontrarla.
Durante el recreo, estaba sentada al sol en el suelo del patio cuando de repente alcé la vista y me encontré
al cabezilla de la banda, un
pelao que iba a un curso más -ya sabéis el respeto que infundía eso- que se acercó a mí, desafiante,
exigiéndome con prepotencia la pieza de velcro. Realmente se me fue la olla, porque le dije, textualmente:
"¿Y para qué iba yo a querer esa mierda?". Cuando estas palabras salieron de mi boca, mis amigas me miraron aterrorizadas y yo misma tragué saliva esperando un insulto, un empujón o incluso un puñetazo, pero no. De repente cambió su tono, relajó la postura y me dijo entre risas "
Es que sabes qué pasa, que le quiero robar la bomber para venderla y quiero tenerla completa. ¿Lo siento, eh?". Y se fue, así, sin más. Al parecer primero había acudido a mi compinche y el muy cobarde le había dicho que yo tenía el dichoso velcro.
Después de escribir estas dos historietas me he dado cuenta del
factor en común.